20 septiembre 2006

Los cambios y el lavadero

Le damos la bienvenida a lo que comúnmente conocemos como “cambio”, y por favor que sea expresado en todos los idiomas (yo por el momento con el que mejor me llevo es con el castellano, así que voy a continuar relatando de esta forma). Pero ¿qué es esto del cambio? Está palabra puede significar muchas cosas, o simplemente se nos pueden venir a la mente varias imágenes cuando hacemos mención de la misma.
A mí recién por ejemplo se me vinieron a la mente un par de zapatillas (esas que conocemos como All Star, de las cuales hay infinita cantidad de modelos y si querés hasta podes conseguir las que tienen la imagen de Agus teniendo sexo telefónico con Manuel). Pero seguramente se preguntarán qué tienen que ver las zapatillas con los cambios. Mucho. No es lo mismo cuando las zapatillas está recién lavadas (con la tela impecable y con las suelas tan blancas que nos da pena volver a usarlas), que cuando volvemos de bailar o de una fiesta y las pobres vuelven hechas mierda. Encima en este estado es cuando más se la discrimina, las pobres no tienen la culpa. Eso pasa porque las madres siempre les dicen a sus hijos que antes de entrar se saquen las zapatillas así no ensucian el piso de la casa, y las indefensas siempre terminan durmiendo en el lavadero junto con el resto de la ropa sucia y olorienta. Y así las zapatillas pasaron de un estado de pureza a uno de desagrado.
Imaginen un plato de ravioles, o mejor de canelones de ricota que son más ricos (pero sin nuez). Ahí están ellos y la salsa rosa (hecha de tomate y crema para los que no sabían). Bueno en fin, la pasta todavía está caliente y no podemos olvidar que la abuela hace los canelones más ricos de Belgrano (para ser más originales y no decir del mundo). El siguiente paso es dejar de observarlos, y luego tomar los cubiertos para empezar a deleitarse. Pero hay algo que no puede faltar nunca en estos momentos, el pan. Nada de grisines duros ni galletitas, quiero pan. Mientras combinamos bocaditos de canelones nos tentamos y mojamos el pan en la salsa (sí, será de mala educación, pero en familia y amigos todo vale). Y así es como de a poco el plato va quedando vacío, es más, tal vez hasta ni lavarlo hace falta (no, no, sino va a terminar en el lavadero junto a las zapatillas y la ropa sucia). ¿Pero el cambio donde está?, parece simple, pero no todo pasa por lo que podemos observar (eso sólo ocurre en las ciencias). Hay otra cosa más aparte del cambio visible (de un plato lleno pasamos a tener un plato vacío): el ánimo. En un primer momento uno se sienta a la mesa frente al plato. En ese mismo instante la boca se hace agua y los ojitos brillan sin poder controlar esa mirada atacante hacia los ravioles. Luego es el turno de empezar a comer y concentrarse sólo en la pasta, ella y nosotros (tal vez un vaso de agua también). Y cuando salimos de esa burbuja nos damos cuenta de que la magia terminó, que ya no más pasta ni tampoco más agua. Y en ese momento es cuando el ánimo comienza a decaer, a transformarse y a ser dominado por la rabia. Ahora no sólo no hay más pasta, sino que tenemos que lavar el plato y tal vez la tasa de café que alguien dejó esa mañana en la pileta de la cocina.
Qué podemos decir de un frasco de perfume (lleno). Da lo mismo si es importado de Francia o si es una imitación berreta de Plaza Francia, es perfume de todos modos. Algunos lo compran, a otros se los regalan, otros simplemente están insertos en la industria del mismo y los consiguen gratis. Nadie me puede decir que no le da pena usarlos, más cuando están bien llenitos. ¿Pero sino para qué están?, no son muy simpáticos como adorno (un tubo largo conteniendo un líquido). Es cuestión de animarse y usarlo. Y ahí es donde está el problema, uno lo usa y lo usa, y en pocos días lo termina gastando. Claro, en realidad está para eso, pero la complicación empieza cuando ya no tenemos más perfume para ponernos. ¿Mirá si terminamos con olor a lavadero como el que ya mencionamos anteriormente?, no, por Dios. Ese es el momento en el que debemos ir a otro placard que no sea el de nuestro cuarto, y revisar todos los frascos que parezcan contener perfume. Aunque pensándolo bien no es buena idea. ¿Y qué pasa con el cambio en esta situación?. Otra vez volvemos a dejar de lado la parte obvia: el frasco pasa de estar lleno a estar vacío, al igual que pasaba con el plato de canelones (sin nuez). Pero más allá de eso, ¿qué pasa?. Uno puede llegar a sufrir fuertes cambios emocionales. Supongamos que X es una mujer que usa siempre perfume y un día se le acaba. X ya no va a ser la misma de siempre, ya no va a ser la mujer a la que todos identifiquen por su fresco aroma envolvente. X va a sentir un vacío interno que no podrá ser saciado por otra cosa que no sea su adorado perfume (el francés o el de Plaza Francia). Y acá el cambio es muy importante, es interno y externo a la vez. Y también afecta al resto: si la mujer X dejara de usar su perfume, tal vez empiece a tener mal olor. Y así
también iría a parar directo al lavadero de ropa sucia, al igual que las zapatillas mugrientas y los platos sin lavar. En fin, qué grande el lavadero.

Qué lime, esto pasa por pasar mucho tiempo con Janis jeje.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno
me gusto muchooo!
y cuando el cambio es interno, tambien es externo, sino mirame a mí,.. ya estoy por entrar al lavarropas yo.. eh! y voy a salir toda limpita.. y me va dar lástima y miedo a usarme por ensuciarme
te quiero mucho

Anónimo dijo...

que grande el lavadero

lara dijo...

Bien Marian, veo que entendiste la escencia del texto jaja, es libre. Igual no es tan limado como parece. Y vayamos directo al lavadero loca, aunque a veces está bueno sentirse un poquito sucios.

Te quiero mucho tb.

Anónimo dijo...

Lariiiii esos cambios son
las cosas o momentos que
pasan a ser mas oscuros y
necesitan de un refrescon mas
profundo para volver a la claridad.

Apaaaaaaa!!!!! que conclusion no???
aguante el lavaderooo!!


Un besooooo y te veo.

lara dijo...

Jaja, igual admito que lo escribí jodiendoo, nunca pensé en un mensaje oculto.

Gaby Reich dijo...

cambia todo cambia, o de útlima se va pa´l lavadero