31 agosto 2006

El Imaginario Colectivo

El público está casi presente, algún que otro flash ilumina la sala. Acá no se venden pochoclos, ni gaseosas a tres pesos como en el cine, ni esa bola de azúcar rosada que todos alguna vez comimos. Ya no hay más lugar, ¿dónde pretenden meter a todas esas personas que están ahí afuera en la cola?, en fin, problema de ellos, yo mejor no me asomo más a ver si todavía me reconocen a pesar del maquillaje. Acá la gente no empieza a aplaudir para que la obra comience, ¿será que nadie se anima a romper el hielo? No, no, esa es una frase antigua, habrá que inventar alguna más moderna. Bueno por las dudas cierro las cortinas, que por cierto son de pana bordó. ¡Por Dios, apaguen ese maldito celular!
Al instante se empezó a escuchar de fondo una musiquita al estilo Chaplin. El escenario ya estaba listo para enloquecer, y fue en ese mismo momento cuando de golpe las luces se encendieron. A partir de ese instante comenzó la cuenta regresiva y la sala permaneció en silencio (de todos modos era invierno, mucho catarro de fondo).
Los pasajeros arrancaban el día en el colectivo, o por qué no llamarlo bondi. Apenas algunos habían conseguido asiento, otros se encontraban de parados y en el fondo un pendejo boludo chamullándose una colegiala. Primer parada, segunda parada, tercer parada, y así las demás. Primera historia, segunda historia, tercera historia, y así las demás. Una parada una historia distinta, otra parada otra realidad, tres cuadras de diferencia y muchas vidas que apenas compartieron unos minutos del mismo viaje. Creo que ninguno de ellos se olvidará de la chica Bob, que por cierto no tiene nada que ver con el reggae man, sino con Esponja. La mocosa era la fan número uno de aquel dibujito animado, que más que esponjas simulan ser quesos (¿qué sos Bob Esponja?). La piba la tenía bastante clara a pesar de su temprana edad, ella solo quería completar su álbum de figuritas de Bob (y, no va a ser del gaucho Martín Fierro). Pero por fin se bajó rápido del colectivo, ya le estaba hinchando mucho las bolas al resto de los pasajeros con sus desaforados grititos de nena caprichosa. Lo más gracioso fue cuando se bajaron el profesor (con un libro de Freud en la mano) y la profesora (con un pantalón de tiro alto que marcaba su cintura). Nadie se imaginaba que ambos estaban enamorados, pero esa era la pura verdad (pobres, entre los dos no hacían una). La “parejita” daba clases en el mismo colegio, así que se fueron juntos. Vaya uno a saber si llegaron a destino, por ahí la pasaron mejor perdiéndose por ahí, quién sabe. Así fue cómo llegó el turno de todos, parada tras parada. Al rato se bajaron las comúnmente llamadas “chetas huecas” (sorry, ¡qué hacían ellas en un bus!). Luego vinieron los catingas, esos que nunca pueden faltar en este tipo de representaciones. Ambos (eran dos) bajaron con sus llantas extravagantes, sus flequillos bien stone (qué tendrá que ver ese nombre si estos tipos escuchan Leo Mateoli) y, como ya dije, tarareando alguna cumbiecita. Obviamente se fueron rápido, me pareció que se estaban escapando de la cana. No tardó en bajarse un tipo con pinta de personal trainer. Tenía puesto un atuendo al estilo deportivo y su cabello estaba empapado de una tintura más bien berreta (rubia, obviamente). Mejor que el tipo se mantuviera callado, no paraba de decir idioteces y posar en todos los sentidos. Uy, ya me estaba olvidando de nombrar a la nena (que no tomaba mamadera pero que todavía se chupaba el dedo) y que viajaba junto con su niñera (igualmente la última había dejado de chuparse el dedo y tomar mamadera hacía tiempo). Qué personaje esta mujer, tenía un símil parecer a la morocha de las Spice Girls (¿?), los mismos cabellos volados. Resultó ser que todavía faltaba una sola pasajera, se había quedado dormida en uno de los asientos del medio contra la ventana. Pobrecita, debía tener sueño, era tan tierna. El señor colectivero no tuvo otra opción que despertarla y pedirle que por favor se bajara del colectivo. La nena se paró y se dirigió hacia la puerta, allí mismo se bajó. Estaba perdida, y del miedo empezó a hacer pucherito. Caminó despacito para la izquierda, pero estaba tan desorientada que no se dio cuenta que se iba a chocar con otra persona (un nenito un poco bobo). Y así fue cómo pasó. Ambos se chocaron, se asustaron, se avergonzaron, se taparon y hasta creo que infantilmente se enamoraron (al igual que los profesores).La pequeña soñaba con ser una princesita como esas de los cuentos, el sueño del nene era tocar el piano para toda la vida. Los dos se sentaron, se acurrucaron, cerraron los ojos y las luces se apagaron.
Qué raro, nunca más volví a ver esa línea de colectivos.

29 agosto 2006

En lo profundo

En la superficie todo resplandece y parece brillar, pero allí en las profundidades el clima es oscuro, triste y sombrío. Todo está oculto, no se ve, tal vez alguien lo perciba, pero en verdad es muy silencioso. Las cosas aparentan estar bien ordenadas, simulan risas y sonrisas, fingen pleno regocijo, pero en verdad son el producto de una ardua mentira. Siempre hay que alegrarse, entusiasmarse, ilusionarse, pero todo aquello es propiamente válido cuando no tenemos puesto aquel antifaz que no permite revelar nuestro verdadero perfil. Aquel rostro triste y afligido, esa mirada viva que se perdió en el intento, el cuerpo lánguido que lucha para mantenerse de pié, un corazón desanimado que late al compás del dolor. Todo explota, estalla, pero es tan egoísta que siempre lo hace para adentro y así es como nunca logra liberarse. Y así las cosas siguen encubiertas y disfrazadas, todo suena a sano pero contamina, los silbidos tienen gracia pero corrompen el sentir del alma, uno patea fuerte y así es como deja la herida más honda y profunda que debilita la cura. Se desconocen los límites, se rehúsa a la verdad y por el momento nadie se entera de lo extraño que se siente. En la superficie todo resplandece y pareciera que quiere brillar, pero allí en las profundidades el clima es oscuro, triste y sombrío.

28 agosto 2006

Yo padezco

Hace mucho miedo por aquí. Tal vez sea el primer síntoma legible de la próxima enfermedad. Una especie de rebelión en la mente, razonamientos bajo el enigma del asombro y la duda, huellas de viejas emociones tras caminar. Recios disparos adentro anunciando la siguiente tormenta, el recelo involuntario e inconsciente empujando hacia afuera del cascarón. El temor a la muerte eterna, a una partida sin regreso, al olvido indiferente y abandonado. Ojalá no exista el día en que los artistas pierdan la imaginación y pongan su destreza en manos del desvarío, en el cual los autores mueran en el interno anonimato y los inventores vendan sus ideas a cambio de enormes palabras absurdas. Eso también da miedo, como aquel miedo a la soledad y a que los goces y placeres caigan en el encierro de una batalla perdida. Ir caminando a paso lento siguiendo los ademanes de las más bellas notas de una melodía preferida. Relatando la poesía de fondo las formas vuelven a comprar colores, el deseo vehemente de conquistar lo inverosímil y el ardor de una herida que sana sólo de por fuera. Un dilema que está por venir, se acerca lentamente y golpea la puerta del sentir más febril, lúcido e intenso de todos. Cada paso hace al trayecto del viaje, olvidarse cuál fue la partida y ceder a no pensar en la llegada, hoy sólo vamos a caminar, pero al compás. La noche siempre fue más temible, pero es la única que tiene estrellas en el cielo y eso me alivia. A veces se trata de contemplar y callar, avistar y silenciar, creer y seguir. Son tantos los puntos del mapa que preferentemente evito contarlos, sólo sé que habrá alguno cercano al sitio de encuentro del ser con la realidad. Por el momento sostengo las riendas con firmeza, pero cuidado, porque todo esto padece de miedo adolescente.

23 agosto 2006

Amigo imaginario

Con él juego a las muñecas. Él dice que la suya es más linda porque es rubia y cachetona, pero la mía es de pelo violeta y se llama Fatomía. También tenemos una casa en el árbol hecha en madera. Está prohibido que entre alguien sin nosotros, no lo dejamos. Es re linda, tenemos una cocina y hay seis tacitas de porcelana para tomar el té a la tarde. Igual son muchas seis, la mayoría están de adorno porque solamente usamos dos y apenas se ensucia una. Además tenemos cortinas en las ventanas. Las coció mamá con tela color rosa y puntillas. A él mucho no le gustan porque es nene, y los nenes prefieren el celeste (sino miren a los bebes). El sol se pasea por nuestra casita a la tarde, justo cuando nos dan ganas de tomar la leche. Por eso a las mañana vamos a dar un paseo por el parque en la bici con rueditas (sino me caigo). A veces me cuesta pedalear porque también debo cargarlo a él. Siempre se sienta en la parte trasera y mira atentamente el camino recorrido, le debe gustar porque permanece callado. Creo que una vez se cayó, pero no se lastimó me parece, no me dijo nada si fue así. Yo siempre le cuento todo, pero él es bastante callado porque es tímido. Cuando miramos una película generalmente se queda dormido, yo pensaba que se aburría pero una vez me dijo que quería ser cineasta (no sabía lo que era y le pregunté a papá). Él es mi mejor amigo y yo soy su única amiga. Cuando más nos divertimos es cuando miramos los dibujitos en Cartón Network. A mí me gustan los Picapiedras, pero él prefiere los Supersónicos (no me acuerdo si se escribe así). A veces nos peleamos porque yo quiero ver un canal y él otro, pero sabe que me tiene que hacer caso o lo reto. Me pone nerviosa cuando toma jugo y le quedan bigotes color naranja, ¡lo obligo a que se limpie!. Una vez se enojó porque no le compartí caramelos y me dejó de hablar por un día entero. Me parece que ahora también está enojado.

14 agosto 2006

Hombre preso de su libertad

Quién lo sabe. Tal vez alguien lo sienta, lo perciba, es bueno saberlo, pero a pocos podría importarle. Acompaña una guitarra al caminante, aquel hombre solo, pleno de música y naturaleza, paso a paso entre las hierbas campesinas del imaginario. Tendido en su cama continúa esperando por alguien, anhela el silbido de algún pájaro, alguna bocina perdida en las afueras, por qué no una competencia a carcajadas. Nadie conoce su nombre, apenas las letras de sus melodías rebelan el instinto. Su criterio es rebuscado, consta de infinitas fichas en busca del rompecabezas perdido, una imagen por acertar. Alguien le ha dicho que llegó la hora de zarpar, soltarse y hacerse a la mar. Él ha vislumbrado diversos horizontes, pero apenas puedo encontrarle un único nombre a todos ellos, se lo guardó. El viento continuará remontando barriletes cerca del cielo, la tierra insistirá en seguir pariendo múltiples árboles, y las nubes nunca nos privarán de la lluvia. Así mismo aquel hombre volverá a levantarse mañana tras mañana, sea bajo el diluvio silencioso de un día aburrido o esperando la venida de un sol radiante. Muy austero marcha él por la vida, lleva cargada consigo su tenue sombra, y su mirada va en busca del deseo casual e imprevisto. Hay algo que lo estará esperando, él lo sabe y eso le intriga, le gusta, lo satisface y lo repara. No le da lugar a la pena, la misma llega y él la espanta, ya no desea verla. No es momento de lágrimas, lamentos y congojas, él quiere volar y alcanzar su deseo, pero todavía le cuesta. Una vez más carga con su guitarra queriendo dejar un largo camino por detrás, el cual aún no está perdido en el frío del olvido indiferente. Aquel hombre de palabra nunca falla, no falló y no ha de fallar. Él puede ser mejor que cualquiera, lo sabe, pero primero deberá librarse de la cárcel del miedo en donde ha caído de inadvertido. Atento el guardia señores, quién sabe cuándo...

13 agosto 2006

Sentir en popa

Es triste y duele, cava profundo, bien abajo, llega y toca. Pero a pesar de ello, sé que este es el sentir más lindo y maravilloso de todos, y tan solo así logro que la pena se olvide por un rato. Porque se siente una fuerza que une todo, eslabón por eslabón, sin lugar a ninguna ruptura. Todo lo conecta, lo enlaza, lo acopla y aparea. Cuán fuerte debe ser tal sentimiento que no permite divisiones, segmentos, pedazos, ni retazos. Es verdadero y por eso abriga, huye, escapa, vuelve, no entiende y es la trampa más ingenua, cándida y crédula de la razón. Él habla sin las palabras, esa es su máxima arrogancia y al mismo tiempo el testimonio más humilde y limpio de todos. Y el no entender el por qué es el juego más desafiante que existe, el que no pauta el tiempo estimado del final pero jamás podrá olvidar la partida. Porque él hace lo que quiere sin consulta alguna al propio dueño, el cual lo resiste, lo alimenta, lo contradice, lo disfruta, lo maltrata y lo golpea. Ambos se provocan y la derrota siempre tiende hacia el mismo lado, encamina lo abstracto, persigue lo imposible, intenta atraparlo pero habrá que esperar. Aguantar y seguir esperando, persistir y seguir esperando, creer y seguir esperando, confiar y seguir esperando, jugar y seguir esperando. No es fácil, el inconsciente no frecuenta las escondidas, es algo involuntario e instintivo, porque él no piensa, a veces actúa, depende de su estilo, experiencia y el grado de necesidad incontrolable que goce. La tensión está, porque el sentimiento es intenso y agudo, porque se siente bien fuerte, bien macizo. Porque aún puedo olerlo, intento escribirlo, afortunadamente puedo creerlo y durarlo. Todo el sentir se contradice e iguala en su máximo enunciado, porque me duele y me gusta, me tira y me levanta, me lagrimea y me sonríe, me escapa y me persigue, se acuesta, se sienta y se para, abandona y busca, se enoja y reconcilia, suelta y atrapa, canta y enmudece, habla y calla, quiere y no quiere. Existe aquí un pacto sin firmas ni reglas, las pautas fluyen con el tiempo y algún día conoceré la impúber recompensa.

11 agosto 2006

Salir a escena

Me arriesgo, pero existe la posibilidad de no recibir nada a cambio. Aunque si me detengo a pensar un poco, sobre seguro alguna parte me va a tocar, buena o mala, no lo sé, pero algo habrá. Suena un poco desafiante, pero si de una vez por todas no me decido a salir a escena, no podré saber qué tal es el público que está ahí afuera esperándome. Quiero aplausos, me gusta cómo resuenan, muchos aplausos, bien fuerte, más fuerte. Tampoco quiero entusiasmarme tanto, ¿qué hay si a la gente no le agrada mi destreza?, mejor ni pensarlo, solo por miedo a frustrarme prefiero ser precavida, ¿está mal?. Me tengo confianza, estoy segura, pero me preocupa que algo salga mal. ¿pero es realmente tan alarmante que algo pueda fallar?, creo que es más lo que pienso que otra cosa, entonces basta, basta de pensar e intentar razonar, aunque sea solo por hoy. Por fin, por fin mi mente se recuesta un tiempito a descansar. Un momento, no puedo, temo que algo salga mal, no puedo dejar de pensar en eso. Ese es el problema, no logro detenerme ni siquiera un instante, necesito un respiro, y ahora. Y justo en este momento tenías que llegar vos, siempre tan oportuno, intentá permanecer callado.
- No debes mirar el reloj, tú deseas frenar y él no dejará de avanzar, no te conviene y lo sabes. De todos modos lo miraste, y como de costumbre te inquietó. No puede ser posible, ya estás fastidiada y de mal humor, pero qué rápido, tan solo han pasado unos pocos minutos desde que fumaste el último cigarro, ten calma. ¿Otro más? Por Dios, siempre has sido viciosa, pero jamás te había visto en este estado. No es por nada, pero el show está por comenzar, ¿estás lista?, nos vemos al regreso.

10 agosto 2006

En verdad

Solo te daré un momento para que pienses cuántas veces has traicionado a la verdad y luego me dirás cuándo fue la última vez que confiaste en su palabra. Listo, detente ahí, ya no más tiempo deliberante. Encima estás mintiendo, tu mirada me lo dice, tu verdad está perdida en algún lado, tal vez ni tu la entiendas. Eso es lo que pasa, la razón te juega una mala jugada, no hallas, no aciertas, eso, tampoco atinas a encontrar una respuesta. No ambicionas, no la buscas. No te paralices tampoco, yo solo dije que desconfiaba de ti, pero es porque tu tienes la culpa. Sino mírate el rostro, está mintiendo, ni tu te la crees, pero conste que no me estoy riendo. Podría darte otra oportunidad para que me dijeras la verdad, pero tendrás que ganártela de algún modo, ¿se te ocurre algo?, es que no hay mucho tiempo, tiene que ser ahora. Intentémoslo nuevamente, pero esta vez no vale que mientas. No, no, no, aún no logro ver la verdad en tus ojos, ¿pero es que no has entendido?, te repito, tu aspecto de mentiroso te delata. En fin, te daré una tercera y última oportunidad, la tomas o la dejas. Empecemos de nuevo. Bueno, me rindo, tu verdad aún no aflora por aquí, no la siento, no puedo sentirla, ¿pero qué pasa?, ¿la perdiste en algún lado?, ¿la regalaste?, ¿la vendiste?, ¿cuánto dinero te dieron por ella?, ¡hablaaaaaaaaaaaaaaa!

09 agosto 2006

Brisa natural

Distingo los árboles con flores, pero he olvidado cómo resplandecen sus colores en las afueras de una tarde de campo. Los jardines más maravillosos relumbran en perfumes y yo apenas puedo percibir su tristeza bajo mi equívoca ceguera. Siempre me ha gustado el olor arcaico de la madera, pero meramente puedo oler la fragancia de mi alma suplicando por la ausencia de su propia índole marchita. Cuando solía detestar las multitudes, hoy me encuentro aturdida y mareada por esos que no me permiten desfilar hacia una escapatoria inoportuna. Ni las llamas del fuego podrían encenderme, desoladamente bañan mis ojos de lágrimas las cuales se sujetan para no caer. Y es todo igual, todo se frena, todo se detiene, se ataja, y es así como detona por dentro y le da una sucia revancha a lo poco que queda por fuera. Y el “había una vez” que refieren los niños un día acabó, ya no resulta, solo son libros que envuelven mi fantasía como un gran tesoro que ya se va, que termina, termina y no regresa, es un último adiós de despedida. Sigo buscando, pierdo y encuentro, quiero, desisto, renuncio, alcanzo, consigo. Caricias de halago a mis sonrojadas mejillas, pureza y libertad hacia tu noble sonrisa insolada, globos al viento disparando desde tus adentros bailándole al cielo, una torre que se eleva en medidas infinitas, escaleras que no se detienen y tampoco se topan con el último escalón, plumas de colores rebotando en las sombras que creen no volverse a encender nunca más, estridentes bocinas que logran alcanzar los escondites más fieles del hombre, pequeñas andanzas que la memoria no olvida y hace palpitar al corazón adolescente. Miradas descifrando los códigos del habla más protocolar, voy siguiendo paso tras paso la eternidad de la incertidumbre, un dilema por resolver día tras día, y finalmente un río que sabe al umbral de la naturaleza más viva y resplandeciente.

08 agosto 2006

No quiero ser un pájaro

¿Por qué presumo que la tormenta y la mañana se llevan mal? ¿O por qué la esencia es propia de la identidad y la desdicha propia de la desgracia? ¿Cuán cierta es la teoría de que los polos opuestos se atraen si el verano y el invierno jamás se han visto las caras? ¿Por qué las preguntas pegan buena onda con las respuestas si en definitiva nunca sabemos la verdadera identidad de las mismas? Ante todo hay algo que sí puedo afirmar: el frío comienza a despedirse con lentitud, comienzo a extrañarlo, ya lograba acostumbrarme a él. Creo que será un invierno más para arrancar del almanaque. A esta última palabra la relaciono mucho con otras cuatro en particular: verano, otoño, invierno y primavera. Y al hablar de estas últimas se me vienen a la mente los 365 días que sobrelleva un año. Y qué loco, apenas 19 años de propia existencia, años dueños de días combinados de alegría, llantos, peleas, sorpresas, aventuras, calles, personas, conocimientos, caminos, trayectos.
A pesar del tiempo, aún recuerdo uno de aquellos momentos de la infancia en el que me topé con una fuente. En principio me detuve junto a ella a observarla, pero luego llevé mi mente hacia los pececitos que se encontraban dentro, y hubo algo que me llamó bastante la atención y me pregunté: ¿será verdad qué los peces pueden respirar bajo el agua o simplemente toda su vida consta de aguantar esa respiración y lidiar contra la muerte? Algo así como si su vida se basara en un cuenta regresiva y la muerte les llegara en el momento en que los números se acaben (cuando los pececitos ya no soporten) y el gran cero aparezca terminando con su existencia. Suena un poco morboso, pero por qué no posible. O no les han visto las caras de pánico mientras los pobres nadan. En cambio los pájaros son más inteligentes que los peces, ellos vuelan por donde quieren, le silban a la mañana y se despiden de la noche, aunque poco de violines y acordes conocen. Ellos lo ven todo muy pequeño desde arriba, al menos eso es lo que presumo. ¿Quién nunca jugó a pensar qué haría si fuese un pájaro? Si lo fuera volaría hasta asentarme en alguna ventana y esperaría encontrar alguna grata sorpresa en el interior del lugar, aunque tal vez algo desagradable podría sucederme, porque no está bien espiar a la gente. Mejor no entonces. Pero sí sería mucho más cómodo el hecho de no tener que pensar qué ropa ponerme hoy, porque aunque la apariencia no te importe me imagino que tampoco te va el hacer el ridículo. Si bien ahorraría tiempo en no tener que vestirme, aún tengo ganas de seguir usando mi remera de Barbie a la hora de irme a dormir, si fuese pájaro no existiría una de mi talla. Pese a todo esto, debo admitir que me resultaría interesante aparecer en alguno de esos libros gordos que estudian a los pájaros (cacatúas, águilas, loros, etc). Muy egocéntrico pensar que alguien podría pasar horas y horas estudiándome para terminar de una vez por todas su carrera. Pero también podría suceder que por culpa mía esa persona se sienta fracasada: si olvidara algún nombre de alguna de las tantas partes de mi cuerpo podrían bocharlo en su exámen final. Creo que esta tampoco sería una buena idea. Aparte qué hay si me tocase ser paloma, los pendejos de las plazas interrumpirían mis momentos de dispersión persiguiéndome con sus propias madres gritándoles por detrás para que no se alejen de ellas, las pobres viejas me bañarían de pan duro y encima de todo luego sería tratada de negra sucia y culpada de alguna que otra peste que se propague por ahí. En fin, no sé si en verdad estaría tan bueno ser pájaro, mejor me quedo con la raza humana femenina.

06 agosto 2006

¿A qué viene todo esto?

Hay muchas razones que la razón no ha estudiado aún. Jamás podría detenerme a contarlas o enumerarlas, sería ilógico, prefiero quedarme dormida apoyándome en la teoría que sostiene el hecho de contar ovejita tras ovejita para terminar en un profundo sueño. Aunque varias veces lo he intentado y no resultó. Imaginé las malditas ovejitas (algunas más gordas, otras más morrudas) y nada, ellas saltaban de un lado al otro pero nunca acababan. Qué loco, pero pensar que uno muchas veces se queda esperando por aquella última ovejita y la muy hija de puta no se digna a aparecer. A esta altura me he cansado un poco de ellas, tal vez estén fuera de moda. Quizás mañana el furor sea vender ovejas hechas de paja en aquellas plazas pobladas de artesanos, o tal vez la elite elija ir al Malba y apreciar esculturas de las mismas y que sus lanas estén simuladas con algodón (por decir algo), quién sabe. Porque saber qué es lo que puede llegar a suceder mañana sí que es un pensamiento absurdo, porque las bolas de cristal mienten al igual que las gitanas, son tan falsas como creer que quedarse dormido contando ovejitas es factible. A la hora de dormirme prefería que mi mamá me leyera o quizá me inventara algún cuentito. Igualmente jamás pude enterarme el final del último cuento que me leía o inventaba, porque imagínense que si aún permanecía despierta en esa instancia, debía comenzar con uno nuevo porque la gracia de todo esto era que yo me quedara dormida mientras ella relataba. En fin, tal vez el hecho de no enterarme cómo sería el final del último cuento tenía un por qué. Puede que me equivoque, pero yo creo que era una buena forma de evitar tener pesadillas en la noche, porque las pesadillas traen disgustos y los niños no deben saber de la existencia de ellos. ¿Pero cómo se evitaban las traviesas pesadillas? Fácil y simple, la mente no se detiene a imaginar monstruos ni brujas, sino que ocupa su tiempo tratando de conjeturar aquel final que había quedado perdido en las palabras de mamá. El problema aparecería si aquel desenlace que suponíamos se convertía en una pesadilla. Me costó encontrar una respuesta a esta hipótesis, pero algo pude deducir: ante el impacto de una pesadilla el niño está atrapado bajo el miedo, por lo tanto son muchas las probabilidades de que el mismo se orine en su cama. Pero claro, yo me pregunto, ¿a qué viene todo esto?

02 agosto 2006

La mente al mando

Y aquello se mete en la mente vaya uno a saber cómo. O mejor dicho, tal vez sí haya alguna forma, pero por el momento la desconozco. Algunas veces es más rápido, otras más lento, todo depende, depende de su complejidad, de su experiencia, de su seguridad, convicción y por qué no de su poder impulsivo. Lo importante, como ya dije, es que aquello entra en la mente de algún modo y suele perdurar allí un largo rato. Hay ocasiones en las que jamás sale, no puede, está atrapado, le gusta la celda y al mismo tiempo no entiende el por qué de su esclavitud. Repito, todo ocurre siempre en la mente. El problema aparece cuando se empieza a producir el bombardeo, no solo entra uno, sino que entran dos, cuatro, nueve, etc. Todos permanecen recluidos ahí dentro, a veces un poco apretujados, en ocasiones bastante incómodos, pero no les queda otra que el deber de convivir en paz. Por qué no pelearse entre ellos, anormal sería que esto no sucediera. En dichos casos la mente debe actuar como interventora, tal vez no solucione el problema, quizá sí, no lo sabremos hasta el momento en que algo de eso ocurra. Cuando la mente decide vestirse de blanco es cuando la misma se torna un poquito más piadosa, pero también así es como la debilidad no se ausenta y todo pareciera estar al mando de la anemia. Concluyo entendiendo que la mente, por más frágil, corpulenta o recia que sea, hace lo que ella quiere, generalmente no suele consultar nada con nadie. Puede que hoy me equivoque, de eso se trata, y tal vez sea una vez más que ella me esté jugando una mala pasada.