02 diciembre 2007

Ella y yo

Fatomía camina despacio, sus piecitos descalzos van sintiendo el frío del piso a medida que sus pasos aumentan. Ella va atenta, debe tener cuidado de no pincharse con nada para no lastimarse. No sabe adónde va, sólo camina porque le gusta, la entretiene. Mientras avanza se va imaginando cosas, reales e irreales, pero que nunca nadie ha visto antes. Ojalá pudiera describirles el mundo imaginario de Fatomía, pero no puedo, no sé por qué. Me pregunto qué podrá ser, pero se me vienen tantas cosas a la mente que me mareo. Quizá estoy exagerando un poco, pero de todos modos la intriga me incita a seguir pensando cuál será aquel mundo que aún desconozco. Al igual que ella, ustedes sí lo conocen,

por favor si alguien me lo puede contar.

Convivencia

El café le pide a la leche que no ocupe más espacio que él en la taza; un libro en un estante le pide al libro de al lado que no se encime tanto a él; un lápiz en un lapicero se queja con los demás lápices por ser el más viejo y el más petiso; un par de zapatos en un placard se quejan del olor intenso de las zapatillas recién usadas; las migas de galletitas se enojan con las galletitas por dejarlas solas en el plato; a las cenizas del cigarrillo les pasa lo mismo pero en el cenicero. Las bombachas se quejan con los calzoncillos porque los mismos se confunden de cajón; las cajas más pequeñas se quejan del polvo de las cajas más grandes; la crema enjuague se enfada en el baño con el champú (shampoo) porque el mismo ocupa siempre el primer lugar; el libro se enoja con el lector por quedarse dormido en la mitad de una página. La banana se pone triste ya que se siente distinta respecto a la naranja, a la manzana y al pomelo; la colonia se pone triste al ver que llevan al perfume a lugares más importantes; el cepillo de dientes se entristece al ver que el cepillo de pelo tiene el cabello más suave. Las hojas en la maceta se ponen celosas de las flores por no ser monocromáticas; las paredes del living odian a los cuadros del living por ser el centro de atención. Las sábanas de la cama de mi cuarto compiten para ver cuál duerme más cómoda la próxima noche, los alfajores compiten en la cocina para ver quién adivina primero la fecha de su vencimiento. La bocina se ríe del auto cuando el mismo entorpece; el castellano se ríe en francés para ser más refinado que el inglés; los ojos se ríen de la boca por ser una sola, la boca le devuelve la risa a los ojos por ser dos pelotudos.
Y así conviven las cosas que veo, aún no descubrí lo que todavía no vi.