28 junio 2008

Sin dulce de leche

Tengo ganas de comerme una magdalena, pero de esas que vienen rellenas con dulce de leche. Aclaro esto porque no quiero que me pase lo mismo que me pasó el otro día en la facultad. Fuimos con una compañera al bar de la planta baja con motivo de dar un último repaso a los temas que nos iban a tomar en el parcial al cual debíamos asistir en los próximos minutos, pero como las panzas andaban medio vacías de los nervios decidimos comprarnos algo para comer mientras estudiábamos. Mi amiga se pidió un café con una porción de torta muy tentadora, en cambio yo me pedí la promoción 4, la cual estaba descripta en un pequeño cartel entre tantos otros carteles de otras tantas promociones. La misma incluía un café mediano con cuatro facturas, y tan sólo por $4. Perdón, eran tres facturas no cuatro. Mientras mi amiga se fue a sentar después que nos dieron los cafés, yo tenía que elegir las facturas que quería comer. No recuerdo bien si las primeras que pedí eran con crema pastelera o con membrillo, pero si recuerdo perfectamente que la última que le dije a la chica que me atendía que me pusiera en la bolsita era un churro. No puedo negar que apenas los vi me tenté con comer uno. Mientras caminaba hacia la mesa donde estaba mi amiga me brillaban los ojitos de las ganas que tenía de darle un mordisco a esas delicias que me pertenecían. Obviamente, como deben hacer muchos de los que me están leyendo, me dejé el churro para el final porque yo siempre dejo la parte más rica para el final. Un sorbo de café, un mordisco, una breve explicación a mi a amiga de un punto que no entendía sobre una teoría sociológica que nos iban a tomar en el parcial, otro sorbo de café, otros dos mordiscos, hasta que por fin llegó la hora de empezar a comer el churro. Hablaría un poco mal de mi parte decir que se me hacía agua la boca con tan sólo verlo ahí posadito sobre la bolsa que me había dado la chica para cargar mis facturas, pero la verdad es esa, no veía la hora de comérmelo. Tomé el churro con mi mano derecha y no esperé segundo para darle el primer mordisco, y ahí fue cuando comenzó mi decepción: el churro no tenía dulce de leche. Mierda.