14 junio 2006

Diario viajero

Antes que nada quiero mencionar una de las cosas que me gusta hacer en momentos de ocio, que aunque para algunos parezca raro, a otros se nos hace productivo. Leer el diccionario. Sí, pinta abrirlo en la "e" y ver qué onda. Uno se encuentra con cosas bastante interesantes, pruébenlo. Ah, me olvidaba, las letras del medio suelen ser las más interesantes, créanme.

Día viernes, fin de la semana, un tanto agotadora y satisfecha. Hoy fue un día en el que entendí muchas cosas, o por ahí no las entendí, pero sí las pensé, cosa que no es lo mismo. Desde que subí al gran 107 a eso de las nueve menos veinte, hasta la una y cuarto que habré vuelto a tomar aquel apropiado colectivo, más frecuentemente llamado "bondi". No solo he presenciado este medio de transporte, sino que tuve el "agrado" de permanecer en el subte de las cuatro y el de las cinco y media de la tarde, de la línea D. Observé algo en lo que, como dije anteriormente, hoy me puse a pensar: la actitud y forma de manifestarse de la gente. Je, me resultaba un tanto gracioso formar parte de aquella multitud, porque imaginaba lo que podía llegar a pensar de mí la persona que tenía enfrente mío: "Pobre chica, tiene tremenda cara de culo, seguro que la acaban de bochar en algún exámen", "esa mina no puede tener el ceño más fruncido, puede que se haya peleado con el novio", "etc."... Pero no, mi cara no se debía a nada de eso, simplemente era así porque parece que es la que está de moda actualmente cuando uno viaja. Es más, noté que cuando alguien atiende su celular, después de aquella musiquita pedorra que emite llamando a su dueño, la persona suele bajar el tono de su voz como si hablar por teléfono sería pecado o vergonzoso. En fin, después de permanecer un par de paradas un tanto apretujada, no logré sentarme pero sí agarrarme de uno de aquellos caños que el subte posee (sorry, no había otra palabra). Cuando llegué a mi destino, atravesé la puerta y fui directo a la escalera mecánica. Gran parte de la gente venía detrás mío, pareciera como si nadie se atreviera a subir por la escalera tradicional, creo que le temen a la agitación. En ese momento dejé de pensar.